lunes, febrero 25, 2013

¿Que significa ser profesional?

“Llámeme Licenciado!”


¿Qué significa ser profesional?

Después de algunos años de impartir lecciones y de

ser director en varias universidades, tanto públicas

como privadas, escucho reiteradamente una frase en

los estudiantes: “yo estudio porque quiero ser

profesional”. Otros, más directamente, dicen: “yo

quiero un título para ser profesional”.

De manera similar, muchos colegas manifiestan

frecuentemente: “yo soy profesional porque tengo

una licenciatura, una maestría o un doctorado”. Este

espejismo de que basta el título para ser profesional

es reforzado por los mismos colegios o gremios

profesionales, que deciden si alguien es ingeniero,

médico, farmacéutico o sociólogo, según tengan o

no un diploma universitario en alguno de esos

campos.

Yo quisiera reflexionar en estas líneas acerca de algo

que nos interesa a todos los que laboramos en el

sector educación, yo quisiera que reflexionemos

acerca de la pregunta: ¿ qué es ser profesional?

Contrario a los que muchos estudiantes y profesores

piensan, considero que el ser profesional no tiene

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que ver directamente con títulos universitarios y

grados académicos. No es la licenciatura, la maestría

o el doctorado lo que hace que una persona sea

profesional. Aún más, muchas veces los títulos son

obstáculos para que un graduado universitario se

convierta en profesional, pues nos refugiamos, nos

escudamos en los títulos para no tener que

demostrar sí somos o no somos competentes.

Vivimos en una cultura en la que nos fascina

anteponer a nuestro nombre el título que tenemos:

nos llamamos Licenciado, Máster o Doctor. El título

ha pasado a ser parte de nuestro nombre, como lo es

el nombre de pila o los apellidos. E incluso, hemos

llegado a creer que es señal de respeto nombrar a

una persona por su título universitario. Pero muchas

veces, y quizás la mayoría de ellas, hacemos eso

para no tener que demostrar nuestras

competencias. Cuantas veces escuchamos decir: yo

no hago esa tarea por que un profesional no limpia el

piso o no hace mandados. ¿El que puede lo más no

puede lo menos? Pero también, ¿cuántas veces

vemos la secretaria o el conserje sin títulos

universitarios que realizan su labor

profesionalmente?

Todos los que leen estos párrafos estaríamos de

acuerdo en afirmar que Pelé, el famoso futbolista

brasileño es un profesional, y sin embargo, él al

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igual que la mayoría de futbolistas famosos de la

actualidad, nunca se graduaron en una universidad.

Los pintores reconocidos, como Dalí o Picasso,

nunca obtuvieron una licenciatura o una maestría en

Bellas Artes o en Pintura, y sin embargo, son

universalmente reconocidos como profesionales.

Vayámonos a algo más concreto: muchos de los

principales empresarios de cualquier país de

América Latina nunca sacaron ni siquiera un

bachillerato universitario en Administración de

Negocios y sin embargo, en no pocos casos, esas

personas sin títulos sentaron las bases de las

economías de sus países. Aún más, resaltemos una

contradicción: hoy más que nunca proliferan los

graduados en Administración de Empresas, hoy más

que nunca hay una explosión de los MBA, pero

también hoy más que nunca esos graduados en

Administración de Negocios no intentan, y en

muchos casos ni sueñan, con fundar su propia

empresa.

Entonces, reaparece de nuevo la pregunta: ¿Qué es

ser profesional? ¿ Por qué personas que no son

graduadas universitarias son verdaderos

profesionales y por qué graduados universitarios,

inundados de títulos, no son profesionales?

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Pareciera que el ser profesional no tiene que ver

tanto con la cantidad de títulos de una persona sino

con tres factores interrelacionados: primero, la

capacidad de cumplir con las metas del trabajo y

de resolver problemas; segundo, la capacidad de

una persona de innovar constantemente su labor;

tercero, la capacidad de amar lo que se hace.

Veamos estos tres elementos. La capacidad de

cumplir con las metas del trabajo y resolver

problemas es algo que no se deriva

automáticamente del título universitario de la

persona. Aún más, cada vez con mayor frecuencia

los puestos en las empresas no calzan con las

profesiones. Uno de los problemas de las

universidades hoy en día es que siguen ofreciendo

carreras que ya no coinciden con las necesidades del

sector empresarial y de la sociedad civil.

La capacidad de resolver problemas y de cumplir

con las funciones del puesto tiene que ver más bien

con la capacidad de adaptar un conocimiento teórico

a la realidad de la empresa, tiene que ver con la

capacidad de tener iniciativa, de ser emprendedor,

tiene que ver con la capacidad de asimilar los

fracasos, de caerse y ponerse de pie, tiene que ver

con el deseo insaciable de ir más allá de lo mínimo,

tiene que ver con la capacidad de controlar el enojo

y el estrés, con la capacidad de comprender el

entorno de la empresa, tiene que ver con la

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capacidad de aprender por cuenta propia, de trabajar

en equipo. Ser profesional tiene que ver con

muchas cosas y muy poco con los conocimientos -

en poco tiempo obsoletos- que nos dejó el

diploma universitario. Ser profesional, mas que

con conocimientos, tiene que ver con habilidades,

destrezas, aptitudes y actitudes. Ser profesional

requiere además el reconocimiento que, si bien

mi puesto me genera un salario, yo desempeño

ese puesto no para mí sino para los demás.

Hablemos muy brevemente del segundo elemento

constitutivo del ser profesional: innovar

constantemente el trabajo que desempeñamos. Lo

que hacemos cotidianamente en la empresa se

puede hacer cotidianamente de maneras

diferentes: cuando llegamos a una empresa

generalmente hay un manual de puestos que describe

las funciones o tareas de nuestro cargo: una persona

llega a ser profesional –posea o no un título

universitario- cuando logra hacer añicos -de

manera positiva- las funciones que al principio

describían al puesto. Una persona es profesional

cuando le impregna un sello propio, un sello

personal, al puesto que desempeña: en este momento

se fusionan la personalidad del individuo con el

puesto que ocupa. Por el contrario, nada más

perjudicial que tomar al pie de la letra las funciones

del cargo contenidas en el manual de puestos.

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El tercer elemento constitutivo del ser profesional,

dijimos, es el amor que le ponemos a lo que

hacemos. Difícilmente Picasso, Dalí, Pelé o el

empresario hubieran hecho esas grandes obras si no

hubieran tenido amor por lo que hacían. ¿Cuántos

odontólogos, médicos y abogados les desagrada su

trabajo? ¿Cuántos agricultores sin título son felices

con sus labores? Podríamos llegar a afirmar que éste

es el elemento principal del “ser profesional” y que

los dos anteriores dependen de él: si no queremos lo

que hacemos, difícilmente vamos a cumplir bien

las metas de nuestro trabajo y difícilmente vamos

a ser innovadores de nuestro puesto.

Entonces, si los títulos y grados universitarios no

hacen a la persona profesional, surge la

pregunta:¿para que mantener abiertas las

instituciones de educación superior?

La respuesta es simple: hoy más que nunca se

requieren instituciones de educación superior que

produzcan profesionales y no únicamente gente con

títulos. En otras palabras, hoy más que nunca se

requieren centros de educación superior que basen

su formación no tanto en conocimientos –que son

efímeros- como en habilidades, destrezas, aptitudes

y actitudes. Podríamos mencionar muchas de estas

cualidades: aprender a aprender, trabajo en

equipo, espíritu emprendedor y crítico, capacidad

de resolver problemas, liderazgo, capacidad de

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comprender el entorno, etc. Pero entre todas esas

cualidades que determinan que un titulado llegue a

ser un profesional destaca una: la toma de

consciencia de que, independientemente de que

seamos informáticos, administradores de

empresas, biólogos o sociólogos, nuestro trabajo

tiene un fin social: servir a nuestros semejantes.

La meta de un titulado es muchas veces ganar dinero

a toda costa; un profesional también puede

aspirar a ganar dinero pero tiene claro que lo

puede hacer en el tanto que sirva a los demás.

Esta es la meta que nos debemos proponer todos

los que laboramos en el sector universitario:

formar gente competente con sensiblidad social;

nuestra meta debe ser formar profesionales cuya

carta de presentación sea no el título sino la

manera en que hace las cosas. Para ello

requerimos diseñar y ofrecer planes de estudios,

que más que conocimientos, inculquen en los

estudiantes habilidades, destrezas, aptitudes y

actitudes.

Créditos:

Dr. Willy Soto Acosta

Catedrático Universidad Nacional de Costa Rica

willysto@racsa.co.cr

domingo, febrero 24, 2013

 

¿Sirven las evaluaciones de desempeño?

DAVID FISCHMAN K.
OPINIÓN
Si existe un tema controvertido en el área de recursos humanos son las evaluaciones de desempeño. ¿Sirven o no sirven? Como veremos en este artículo la respuesta es: depende de cuál sea nuestro objetivo.
La evaluación de desempeño (ED), aquella donde el jefe se reúne de forma periódica con el subordinado para evaluar su trabajo, es controvertida. Los que no tienen la evaluación en sus empresas la desean, y muchos que la tienen en su organización preferirían que no existiera.
El principal objetivo de esta herramienta es tener un espacio formal de retroalimentación entre el jefe y subordinado, para ayudar a que el subordinado cambie y mejore conductas o actitudes. Dependiendo de la organización, puede hacerse anual o semestral, aunque los más esmerados lo hacen de forma trimestral. Pero, ¿vale la pena invertir todo este tiempo y dinero en la ED? ¿Funciona?
Los investigadores Kluger y DeNisi realizaron un estudio (meta-análisis) en el cual analizaron las investigaciones más importantes sobre la evaluación de desempeño y el impacto en el cambio de conductas. Encontraron que del 100% de estudios, solo en el 30% de casos, la ED lograba generar cambios. En el otro 30% de los casos, la ED no tenía ningún impacto y en el 40% restante de casos, la ED empeoraba las cosas. En otras palabras en el 70% de los casos, esta herramienta no funcionaba para generar cambios en las personas.
Otras investigaciones con respecto a esta herramienta demuestran que mientras más alto sea el nivel gerencial, menor es la preparación para dar la retroalimentación de desempeño. Aparentemente, por un problema de sensación de superioridad de los gerentes. En las evaluaciones 360, donde se recoge la opinión de los pares, se encontró que estos evalúan más negativamente a personas que sienten que compiten con ellos para futuros puestos en la empresa.
En otras palabras, la investigación sobre esta herramienta la convierte, a lo menos, en dudosa con respecto a ayudar a una persona a cambiar conductas.
Sin embargo, investigaciones demuestran que entre 40% y 70% de los líderes fracasan por problemas de conductas y actitudes. Darle retroalimentación a los jefes y líderes termina siendo crucial para que mejoren. ¿Qué hacer para ayudar a que la evaluación de desempeño funcione?
Analizando el 30% de casos donde sí funcionaron las evaluaciones de desempeño se encontró lo siguiente:
La ED ayuda a cambiar conductas cuando los subordinados confían y valoran a sus jefes. Algo que parece totalmente evidente no es tan fácil de lograr porque el buen liderazgo no abunda.
La ED ayuda cuando los subordinados tienen una actitud favorable hacia la retroalimentación.
La ED ayuda cuando en la empresa se vive un ambiente de poca politiquería y territorialidad.
La ED ayuda cuando se centra en mejorar tareas y actividades más que cambiar conductas.
La ED ayuda cuando se apoya al subordinado a usar sus fortalezas para mejorar.
La ED ayuda cuando el jefe hace un seguimiento cercano en el tiempo.
Si las evaluaciones de desempeño tienen tan poca efectividad, ¿por qué las grandes empresas siguen usándolas? Porque si bien, esta herramienta no ayuda al cambio de conductas, sí ayuda y mucho, a generar una “meritocracia” en las organizaciones.
Cuando no se cuenta con una ED, las empresas se ven limitadas a hacer aumentos generalizados de sueldos, porque no tienen la información formal para saber qué persona se desempeña mejor. En estos casos, personas con mal desempeño y otras con excelente desempeño reciben el mismo aumento. En cambio, al contar con la evaluación de desempeño de cada persona, las empresas pueden subir los sueldos y darle mayores aumentos a aquellos que salieron mejor evaluados. La evaluación de desempeño, más que ser una herramienta efectiva de retroalimentación es una herramienta que promueve la justicia salarial en la empresa.

sábado, febrero 23, 2013